Nos gusta seguir sufriendo. Pretendemos la compasión ajena, es lo más alto a lo que aspiramos: nos tienen que querer más por que estamos enfermos de dolor.
Escuchar los consejos para, si no superarlos, sobrellevar los problemas sin excesos de o con menos angustia, sería tan fácil y dramático como admitir que en gran parte la culpa de los que nos pasa de malo la tenemos nosotros mismos.
Sabemos que simplemente mirar las cosas desde otra perspectiva es empezar a cambiar la situación. Empezar a andar el camino para solucionar lo básico. Pero aplicar esta sencilla y eficaz técnica, nos llevaría una vez más a admitir que las mismas cosas pueden ser muy diferentes y que mucho depende de nuestra actitud frente a aquellas.
Cuando alguien nos tiende una mano con la intención de ayudarnos a salir de allí, de aquel estanco maloliente, le acusamos de menospreciar nuestros esfuerzos para conseguirlo solos.
Pedimos a gritos ayuda, pero cuando llega la despreciamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario