domingo, 14 de abril de 2013

una cuevita de pan


... erase una vez un ser dulce y amigable, que decidido a construirse un refugio a su medida y deseo, a esa labor dedicó, sin saberlo, los últimos instantes de una honrada existencia.
Fue buscando con gran esmero, de entre aquellos posibles, los mejores materiales.
Después de mucho pensar y de mucho analizar, al polvo de cemento, que todo el mundo o casi lo valoraba como más seguro, prefirió el de harinas variadas: trigo y centeno, espelta y un soplo de avena, satisfaciendo con sabrosa delicadeza, ese ideal de espacio y lugar donde en paz transcurrir los retales de aquel tiempo que siempre corto el destino nos repara.
Una casa que oliera bien, que fuera tierna y acogedora, de la que llegado el caso o la necesidad hasta pudiera alimentarse.
Una cuevita de pan, donde dormir y soñar.
Una cuevita de pan donde soñar, amar y descansar.
Y fue así que un día el ser dulce y amigable, concluido el trabajo, se durmió convirtiéndose sin querer ni saberlo en una sabrosa merienda.

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