viernes, 28 de marzo de 2008

En pekín todo se hace invisible...

Robando y copiando:

"cuando la gente me pregunta por china, por los chinos, por lo que aquello representa para mi nunca sé qué contestar, y sé que diga lo que diga, las palabras me fallarán."

....

Pues no le fallan:

Lo mismo sucede cuando pienso en pekín, los recuerdos deshilvanados de calles que ya no existen, de otras que parecen haber existido siempre, de templos a los que nunca sabría cómo regresar, de pequeñas historias, de boles de tallarines fríos en la calle, del plato con berenjena y salsa de sésamo, de cervezas a tres yuanes en verano, de pinchos de cordero y raviolis mojados en vinagre con guindilla, de mercados llenos de ingredientes desconocidos, de peluquerías donde te lavan la cabeza y dan un masaje por 10 yuanes, de paseos interminables en bicicleta por los hutones, mientras yo sigo la bici de pedro… pekín es una ciudad invisible porque mucho de lo que ahí hay ya no se ve, han arrasado con ello y construido encima, o se lo han llevado a otro sitio, lo han tirado abajo, lo han sepultado, dividido, reciclado, escondido. En pekín todo se hace invisible detrás de un muro, o del olvido, pero sigue ahí. Queda la vida de los pekineses, entre rastros de antiguos edificios, y árboles magníficos, patios, callejuelas, puertas y muros, templos encajados entre chabolas, apaños, tejas, maderas, bicicletas, en cualquier espacio se improvisa una casa, un local comercial, un jardín, o una cocina. El arte de apilar, el arte de colocar las macetas, de secar la guindilla, de hacer una siesta al fresco, de hacer a cantar a la cigarra o sacar a los pájaros, de pasar una tarde jugando al mah-jong…

Viajando a Sangrila

Texto robado al blog: el objeto a

Fuente de la imagen

Escucho: J.S. Bach Prelude Suite I para cello

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