martes, 12 de febrero de 2008

splash splash splashhhhhh


es la onomatopeya de de un escuchador de música que intenta levantarse mientras sube y sube el nivel del jarabe que le inunda escuchando esta jovenzuela cantar.

Intentas mover las manos, avanzar, quedarte a flote pero nooo, imposible, splashhh te sumerges en la miel líquida de las notas y los textos... Escuchar para creer.

En estos caso además hay que ser coherentes, o sea poco originales y apuntar un mil a las repeticiones de Bubbly o Realize.

El disco no estaba en venta ni en emusic ni en itunes, no te lo puedes bajar ni de Amazon, sólo pedir el CD físico y no os lo perdáis, es lo que he hecho!!

En Youtube está el video Closed captioned de Bubbly... dling, dlong...

Aprovechando del envío me he pedido la edición en DVD de La Traviata del Festival de Salzburgo 2005, con Anna Netrebko, Rolando Villazón, la dirección musical de Carlo Rizzi, la puesta en escena de: Willy Decker, las cámaras dirigidas por Brian Large.

Dos melodramas que tienen algo más en común de lo que puede parecer...

Todavía no me he mirado la puesta en escena que tanta espectación había creado (leer en Terra) y recibió criticas tan duras como la de Margarita Pollini en Tiempo de Música.

No sólo los cantantes de rock tienen página web (¿estoy diciendo una obviedad? claro que sí :-)

Por ejemplo el Tenor Rolando Villazón

En You tube - cómo siempre - las imágenes de Libiam nei lieti calici

Me permitan un inciso:

Para un comprador de discos, un descargador de músika legal, que no utiliza nunca los P2P, y se gasta una pasta en productos artísticos considerando cómo del todo legítimo que los autores cobren por sus obras, la campaña contra el cánon es igualmente no sólo legítima, si no obligada.

Cada vez que veo un autor que defiende este injusto sistema de recaudación forzada, de redistribución dudosa, dejo de comprar sus libros y sus discos.

Me encanta Lorenzo Silva, hago sólo un ejemplo, por que también me gasto una pasta en libros, pero escuchando las chorradas que ha llegado a decir defendiendo el cánon cambié de opinión cuando estaba a punto de comprar dos copias de La reina sin espejo para hacer un regalo a dos amigos. Una especie de castigo y de venganza, equilibradores de injusticias.
Para mi acababa de comprarme el libro, en librería, por supuesto, y leer y disfrutar de la novela, por supuesto también.
Pero cuando se defiende lo indefendible y me obligan a pagar las cosas por un sistema cuya injusticia clama: si me compro un CD para hacer copias de mis fotos y pasarlas a mi cuñado, no le tengo que pagar yo al musicista tal y cual que ni me gusta ni compraría nunca un disco suyo, y la SGAE le pasa (¿le pasa?) parte de ese dinero que me han obligado a pagar sin que me interesara en absoluto su música...
¿Hasta donde podríamos llegar con este sistema de recaudación?


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